¿Estarías más dispuesto a apostar $1.000 si los acabas de ganar que si acabas de perder en la mano anterior? ¿Tendees a comprar más ropa cuando está en liquidación porque sentís que estás haciendo un “buen negocio”?
Si pensamos en situaciones del día a día, no es raro encontrarse con alguien que tome este tipo de decisiones, o que gaste más de lo que tiene o no ahorre lo suficiente. Lejos de parecernos extrañas, estas actitudes son muy propias del ser humano y a menudo conducen a decisiones financieras o de consumo erróneas.
Algunas de las hipótesis usuales en economía son que las personas son perfectamente racionales, que tienen total acceso a la información y que la pueden procesar sin problemas, y que siempre toman sus decisiones maximizando su beneficio. Parece bastante claro que la realidad muchas veces se aparta de esto. Los invito a mi columna, Inteligencia Económica, en donde vamos a hablar del vínculo entre la economía y la psicología y cómo la combinación de estas dos ciencias sociales nos puede ayudar a entender el proceso de toma de decisiones económicas y financieras.
La economía conductual o comportamental combina principios de la psicología y la sociología con la economía, con el fin de entender el proceso de toma de decisiones económico-financieras de las personas. El fundamento de esto es que los seres humanos no somos 100% racionales y que nuestro comportamiento se ve influido por factores que hacen que, en muchas ocasiones, tomemos decisiones irracionales.
Factores que nos desvían de las decisiones racionales
¿Qué hay detrás de estas decisiones irracionales? Se trata del concepto de sesgo. Partamos de la base de que las personas no son capaces de analizar toda la información a la que acceden, por ejemplo, no identifican por completo todas las posibles opciones y escenarios a los que están expuestas. Imagínense que esto implicaría que todo el tiempo uno estuviera en modo “computadora” y, además de que pasarías por neurótico, ¡no terminarías de tomar nunca una decisión! Entonces, la mente crea mecanismos de respuesta que nos ayudan a simplificar el proceso de toma de decisiones. Este proceso inconsciente se ve influenciado por emociones, tendencias, el bienestar de otros, y otros elementos que poco tienen que ver con la racionalidad. Esto es lo que engloba el concepto de sesgo, y la economía del comportamiento se dedica a estudiar los sesgos que nos desvían de actuar de acuerdo a la lógica.
El homo economicus
Si buscamos el origen de esta disciplina económica, algunos de sus conceptos se remontan a Adam Smith. Si bien a este economista escocés se lo asocia con la defensa del libre mercado gracias a su noción de “mano invisible” -ese mecanismo de fijación de precios por el cual los mercados alcanzan un equilibrio-, él encontraba un vínculo entre la economía y los comportamientos psicológicos. Luego, con el desarrollo del concepto de “homo economicus”, la psicología dejó de tener un papel relevante.
El concepto de “homo economicus” fue desarrollado en la escuela neoclásica y es una representación teórica de un ser humano que se comporta de forma racional frente a estímulos económicos. ¿Qué quiere decir esto? Quiere decir que es un ser humano que, dada la información con la que cuenta, busca su mayor beneficio y actúa en línea con eso. Básicamente, implica un individuo que tiene un autocontrol perfecto y que nunca pierde de vista sus objetivos a largo plazo. Si lo bajamos más a tierra, estamos hablando de una persona que, en su proceso de toma de decisiones, no tiene en cuenta la influencia de aspectos emocionales o sociales.
La economía y la psicología
Como les comentaba antes, en contraposición con ese homo economicus, está el individuo representado por la economía comportamental, el cual se mueve de acuerdo a lo que se conoce como “racionalidad limitada”. Es decir, una racionalidad marcada por los límites de la información disponible en el momento o por la capacidad de procesarla por parte del individuo.
Algunos de los temas recurrentes de la economía comportamental que vamos a ir discutiendo en esta columna son los siguientes:
- Las emociones están presentes en la toma de decisiones; el miedo o la ansiedad nos pueden llevar a tomar decisiones que no son necesariamente racionales. Por ejemplo, ante un contexto de caída en el precio de instrumentos financieros, ¿vendemos o confiamos más en el largo plazo?
- Incentivos y motivaciones: ¿qué nos motiva a comportarnos de determinada manera? ¿actuamos sólo en base a beneficios o castigos externos o también juegan factores sociales? Muchas veces los factores sociales son el motor del esfuerzo, tanto o más que los incentivos monetarios.
- Influencias sociales: la falta de conocimiento sobre un tema a veces nos lleva a tomar decisiones de consumo o inversión siguiendo a nuestros pares, asumiendo que ellos saben mejor que nosotros cuál es la decisión más correcta.
Entonces, aunque quisiéramos pensar que sí, los seres humanos no somos seres 100% racionales. Nuestras decisiones no sólo se basan en la información que tenemos y que somos capaces de procesar, también se mezclan emociones, características de nuestra personalidad y experiencias del pasado. La economía comportamental ofrece una combinación de conceptos y hallazgos de la economía y de la psicología para comprender qué y cómo piensan, eligen y deciden las personas de carne y hueso. Los espero en las próximas ediciones de la columna para seguir descubriendo más.
Referencias
Smith, A. (1776). An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations. Londres: W. Strahan and T. Cadell.